miércoles, 27 de agosto de 2008

Barrilete Cósmico

Yacía sobre el frío mármol blanco, en el cual se reflejaba la luz con que los 3 presentes lo examinábamos. Su cuerpo era amorfo, en distintos tonos de verde y estaba cubierto de una sustancia pegajosa, que se mezclaba con nuestra sangre. Porque capturarlo me había dejado un pequeño rasguño y una gota de sangre caliente corría por mi labio, para llegar hasta mi boca, pero no sentía dolor, ni aquel gusto de una herida, aquello que dejaba el rastro escarlata en mi cara, era el sabor del triunfo.

La señorita de mi derecha, lo miraba con una mueca de asco y asombro, esta última en mayor proporción creo yo, y por la comisura de su boca abierta no se filtraba ni un sonido, como si hubiese desaparecido el aire, por lo que no atinó a decir nada.

El hombre de mi derecha, un tipo cínico, se limitó a observar el cuerpo inerte “Es…” dijo, pero nada más vino a su mente.

Por mi parte, no podía sacarme esa pantomima estúpida, que se formaba en mi cara cuando sonreía nerviosamente y hacía que los músculos de las mejillas se contrajeran de forma anormal y mi sonrisa saliera torcida, eso era en parte porque me acordé de aquél hombrecillo atraviado de celeste y blanco, eludiendo ingleses y la voz de Víctor Hugo, quebrándose en llanto diciendo aquella memorable frase “Barrilete cósmico ¿De qué planeta viniste?”.
Sumido en excitación, alargué mi dedo índice temerosamente para tocarlo, y se me adhirió por su sustancia gelatinosa, como una maldita ladilla se aferra al pubis de la sucia prostituta, por lo que necesité de que el pulgar hiciera los ademanes de un chasquido insonoro para poder despegarme de aquello.
Sentimos los pasos rápidos de alguien al acercarse, por lo que lo tomé entre mis dedos y lo pegué debajo de la silla.

Nunca había visto un moco tan grande como ese.

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